Venus Muriendo XI
Un amplio lugar y sólo momentos de tiempo
bien marcados, para no recordar tu muerte
segura en mi necedad de días de zaguán
que guarda los sentidos y llama lejos
a esta casa de locuras. Mis cuatro
paredes de conciencia y esa alma zumbadora
de quejidos desleales, como el borde de un dominio,
lazos negros, nudos y agua; para hacer
más preciosa la ausencia de momentos,
más penosa la razón que justifique
por qué mis manos se cansaron de rozar
y hurgaron en tus surcos de disco mal pulido,
por qué la mano que abrazó la pluma
rompió en peldaños una piel que era deseo,
piedras de pan, placer y lecho. Ojo por ojo
tus dos siglos sin inercia y con la fuerza
de un bostezo. Fin del cuerpo y del insomnio
que apagó las velas, fin del marco de mis fotos
y este tormento de uñas blancas, labios grises, piel mojada.
w.