La Lolita de Silva

Se ha enamorado locamente de Rosana, el problema es que ella tiene apenas quince años.

«Finalmente sale Sonsoles y junto a ella una niña o muchacha de unos quince años. El pulso se me interrumpe como si me desenchufaran. Entonces sucede.

La criatura es la cosa más formidable que mis ojos pecadores han reflejado en toda su puerca existencia. Si Sonsoles es su madre, acepto el designio divino de haber puesto a Sonsoles sobre la Tierra, por muy improcedente que me haya parecido hasta ahora esa ocurrencia celestial. Si no es su madre, el hecho de ir a recoger a esa niña le proporciona provisionalmente una utilidad preciosa a su miserable respiración. Mi corazón vuelve a latir, ahora a toda velocidad. Hace siglos que no me pasa algo semejante y ordeno con algún trabajo mis impresiones, pero el instinto suple en seguida la falta de costumbre. Poco a poco comprendo que acabo de caer en una trampa. Suben al coche y salgo tras ellas, sin resistirme, sin planes, sin remedio.

A partir de ese momento, Sonsoles, a quien he perseguido hasta aquí, se convierte en una borrosa mancha de humedad que escolta a la turbia deidad adolescente. La niña lo llena todo. Incluso si cierro los ojos puedo verla: su largo cuerpo a medio brotar, sus cabellos como los de las ninfas alucinantes que pintaba ese golfo de Botticelli, y una mirada azul tan inmensa que da igual la distancia. Recuerdo vagamente que nunca me han atraído las mujeres rubias, pero ni ella es una mujer ni lo que me produce es una simple atracción. De simples atracciones, como cualquiera sabe, están los basureros del espíritu llenos.»

Lorenzo Silva. La flaqueza del bolchevique. 1997.

Aunque el protagonista de este libro no está obsesionado con las jovencitas, sobre su escritorio tiene un retrato de las hijas del zar Nicolás II. Le atrae especialmente la duquesa Olga y a menudo se pregunta qué debió de sentir el bolchevique encargado de matarla. Por eso se ha fijado en Rosana. Más de una vez se ha comparado este enamoramiento con el de Humbert por Lolita, aunque no alcance los niveles del amor desesperado y total, de la pasión al límite de la obra de Nabokov. Humbert también se enamora de Lolita por el recuerdo de un amor fallecido en su infancia. Para él, la diferencia de edad desaparece y es como volver a estar junto a su primer amor. Ese es el paralelismo entre Silva y Nabokov, aman un recuerdo, una imagen idealizada.

«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.

Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.»

«Me gustaría describir su cara, sus manos… y no puedo, porque mi propio deseo me ciega cuando está cerca. No me habitúo a estar con nínfulas, maldito sea. Si cierro los ojos, no veo sino una fracción de Lo inmovilizada, una imagen cinematográfica, un encanto súbito, recóndito, como cuando se sienta levantando una rodilla bajo la falda de tarlatán para anudarse el lazo de un zapato, «Dolores Haze ne montrez paz voz zhambres (ésta es la madre, que cree saber francés). Poeta à mes heures, compuse un madrigal al negro humo de sus pestañas, al pálido gris de sus ojos vacíos, a las cinco pecas asimétricas de su nariz respingada, al vello rubio de sus piernas tostadas; pero lo rompí y ahora no puedo recordarlo. Sólo puedo describir los rasgos de Lo en los términos más triviales (diario resumido): puedo decir que tiene el pelo castaño, los labios rojos como un caramelo rojo lamido, el superior ligeramente hinchado. (¡Oh, si fuera yo una escritora que pudiera hacerla posar bajo una luz desnuda! Pero soy el flaco Humbert Humbert, huesudo y de pelo en pecho, con espesas cejas negras, acento curioso y un oscuro pozo de monstruos que se pudren tras una sonrisa de muchacho). Tampoco es ella la niña frágil de una novela femenina. Lo que me enloquece es la naturaleza ambigua de esta nínfula –de cada nínfula, quizá–; esa mezcla que percibo en mi Lolita de tierna y soñadora puerilidad, con la especie de vulgaridad descarada que emana de las chatas caras bonitas en anuncios y revistas, el confuso rosado de las criadas adolescentes del viejo mundo (con su olor a sudor y margaritas estrujadas). Y todo ello mezclado, nuevamente, con la inmaculada, exquisita ternura que rezuma del almizcle y el barro, de la mugre y la muerte, oh Dios, oh Dios. Y lo más singular es que ella, esta Lolita, mi Lolita, ha individualizado mi antiguo deseo, de modo que por encima de todo está… Lolita.»

Vladimir Nabokov. Lolita. 1955.

 

Acerca de Erich

Del temblor al terremoto. Contacto: esperandoelterremoto@gmail.com
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11 respuestas a La Lolita de Silva

  1. Patricia Palacios dijo:

    «La flaqueza del bolchevique», un gran libro hecho imagenes en una película nada despreciable, retumba en la cabeza mucho tiempo después de verla. Con Lolita tengo una cuenta pendiente, esta en mi lista!!

    • Señor W. dijo:

      Es cierto, la película está bien, con una jovencísima María Valverde y con el ganador del Goya en el 2010 por Celda 211, Luis Tosar. Y que decir de Loita, es un libro imprescindible, Patricia.
      Saludos.

      • Montse dijo:

        No he leído ni un libro, ni otro, aunque creo que empezaría con Nabokov, por aquello del orden cronológico y de empezar por los clásicos… pero sí que he visto el largo de Martín Cuenca y el recuerdo de ciertas secuencias me acelera el pulso… lo que no sé si es sólo por el film… o por su inconmensurable protagonista que me quita la respiración. Habrá que echar un vistazo por la filmoteca…

  2. Pocas palabras que dicen mucho: «Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.”
    ¡Poderoso! gracias.

  3. minicarver dijo:

    El eterno deseo por las jovencitas llena las páginas de los libros y las pantallas de los cines. Amores platónicos, prohibidos y llenos de insatisfacción. saludos

  4. rubengarcia dijo:

    Gran intensidad en un metro cuarenta y ocho. tres sílabas que es un baño desnudo en la alberca de la boca: Lo-li-ta. Libro que hay que tenerlo en la cabecera, y entregarse. Gracias señor W por traerlo de nuevo a mi mente… Buscaré la flaqueza del bolchevique. un abrazo Rub
    http://www.tecuento.wordpress.com
    http://www.senddero.wordpress.com

    • Señor W. dijo:

      Tú lo has dicho perfectamente, el de Nabokov es un libro para entregarse. Además, curiosamente, al protaganista de «La flaqueza del bolchevique» le sucede precisamente eso, se entrega al concepto de su lolita.
      Un abrazo.

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